¿Cómo dominar la necesidad de comprar?

Ya desde las culturas más antiguas, los hombres han basado parte de las actividades en el consumo, el comercio, las transacciones y los negocios, por lo que esta “manía” o necesidad de comprar y adquirir cosas no es algo nuevo, aunque en la actualidad, las compras desmesuradas se dan en momentos concretos y específicos del año, en parte por tradición y en parte por intereses de venta de los actuales grandes almacenes y sus campañas publicitarias.
Consumir es un placer, comprar y adquirir cosas nuevas es un placer, y como otros placeres, si se da de forma desmesurada y descontrolada puede tener consecuencias graves (económicas, psicológicas, de relaciones…).

El consumo ha de ser regulado y controlado, de lo contrario se puede convertir en una adicción a las compras devastadora como todas las demás drogas, por tanto, los hombres, individualmente, y la sociedad en su conjunto somos responsables de controlar y establecer normas generales en esta sociedad de consumo.

En la conducta de comprar, placentera para una gran parte de la población (excepto para unos pocos, que también existen) nuestra atención se mantiene fija hasta el final de la cadena de conductas (adquirir el producto y disfrutar de él posteriormente), en este tiempo valoramos el riesgo y las ventajas del producto y decidimos aquello que más placer suponemos nos proporciona. Pero un dato importante es la relación inversa entre la cantidad de producto que adquirimos y el deleite posterior que nos proporciona esa adquisición y, sobre todo, el tiempo de duración de esa sensación placentera que nos proporciona lo comprado. Quiero decir que cuantas más cosas poseemos menos intenso es el placer y menos tiempo permanece.

Este proceso psicológico implicado en la compra de productos que nos gratifican, y llevado a cabo con mesura, tiene consecuencias emocionales positivas, nos alegramos si conseguimos algo que queremos, si cubrimos nuestra necesidad con el objeto comprado… De hecho, si en un momento dado nos sentimos tristes, el hacer una pequeña compra, no implica resolver el problema, pero si nos ayuda a sentirnos un poco mejor. Ir de compras es una actividad comparable a la relajación ya que, como venimos diciendo, es preciso concentrarse en lo que se ve, en lo que tenemos entre manos y eliminar otro tipo de interferencias, cerrar canales de información que no son necesarias para el acto de comprar, salir de compras sereno, de paseo, sin nervios y gozando de la actividad, es sano y ayuda a mantener la salud mental.

Esta forma de comprar no se da ni por tanto es saludable en algunas épocas del año, digamos como ejemplos las Navidades o las Rebajas. En el primer caso, interfieren varios motivos importantes:

  • La obligación social de comprar y regalar (para muchas personas esto es una fuente importante de angustia).
  • El poco tiempo del que disponemos y el gran número de toma de decisiones (una por cada regalo).
  • La gran cantidad de gente en tiendas y grandes almacenes que no te permite ver con tranquilidad el producto, o que difícilmente puede acercarte a él, además del tiempo dedicado a la compra en sí y al pago de ello.

De manera que, lo que inicialmente es una actividad agradable (comprar, regalar y recibir regalos), una parte de ello puede ser realmente angustiante.
Así que, es aconsejable:

  • Hacer las compras antes de la fecha.
  • Buscar horarios con menos público.

En el segundo caso, la rebajas, debemos tener especial cuidado. Nefasto ir el primer día a primera hora, es una gran avalancha y lo que compremos, si lo conseguimos tiene grandes posibilidades de no haber elegido lo que realmente queremos o necesitamos.

Y cuidado también con lo que compremos, no nos debemos llevar por los precios, es frecuente comprar productos con la única excusa o razón de su bajo precio y que realmente ni son necesarios, ni nos vienen bien y conseguimos en el mejor de los casos un sentimiento de frustración o culpa.

A veces caemos en el error del placer de comprar solo para poseer, olvidando el beneficio y el placer propio de lo que hemos comprado. Podemos comprar por necesidad, placer, hábito, norma, por gastar, por aburrimiento hasta el punto de que las compras pueden ser algo patológico cuando se convierten en compulsivas. Una compra compulsiva es cuando tenemos una urgencia irresistible por comprar y el propio hecho de comprar, sin importarnos lo que compramos, va seguido de un alivio momentáneo de la ansiedad, pero esto solo a corto plazo, pues a medio plazo necesitamos de nuevo comprar dando lugar a importantes problemas emocionales y económicos, es decir, es un comportamiento similar al de un jugador (ludopatía).

En conclusión: es saludable comprar, pero con medida.

Foto: Karsten Winegeart en Unsplash

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